Me formé como matrona asumiendo que, si quería resultar creíble y dar valor a mi trabajo, tenía que evitar basar mis conocimientos y mi práctica diaria en la intuición y la experiencia clínica no sistematizada. Guiada por los mantras “la evidencia dice que …” o “es lo que recomienda el protocolo”, fui dejándome engullir por la Medicina Basada en la Enfermedad.
La Medicina Basada en la Evidencia orienta a la matrona en su práctica diaria y mejora la atención a las mujeres y los bebés, basándose en el análisis de los estudios científicos más completos y actualizados.
Los inconvenientes surgen cuando la mera no intervención (recomendada en un parto normal) roba calidad a un potencial estudio, que ya no servirá como referencia; cuando las mujeres, máximas implicadas, no están presentes en los equipos de trabajo, en la toma de decisiones o en la redacción de recomendaciones; cuando muchas de las intervenciones actuales en la atención al parto normal y nacimiento son inadecuadas, invasivas y yatrogénicas, pero siguen presentes en protocolos de atención validados; y cuando ningún estudio científico consigue abarcar todos los matices de un parto, muchos de ellos determinantes y no cuantificables. Es así como enfermeras y matronas nos encontramos recomendando vitaminas a las embarazadas, realizando cribados de toxoplasmosis, diabetes o estreptococo, pinchando vacunas de la gripe en el embarazo, realizando monitores basales antes de la semana 40, defendiendo el parto en el hospital sobre el parto en casa en los embarazos de bajo riesgo, cediendo la atención del embarazo y el parto normal al ginecólogo, atendiendo el expulsivo en posición de litotomía, poniendo antibióticos profilácticos en caso de rotura prematura de membranas o estreptococo positivo, negando la posibilidad de comer o beber o salir de la cama durante el parto, haciendo episiotomías para prevenir desgarros, realizando maniobras de Kristeller, pinzando cordones umbilicales de forma precoz, dando sueros glucosados a los bebés, obstaculizando el método canguro a prematuros en los hospitales, … Y sin quererlo, llenamos la atención al parto y al nacimiento de hábitos y creencias, y sancionamos la duda, la crítica y la diversidad, verdaderos motores del pensamiento científico.
Si en tu próximo embarazo oyes “la evidencia dice que …” o “es lo que recomienda el
protocolo”, pregúntate si lo que necesita tu parto no es tu intuición o tu bagaje antes que la
ciencia torticera de otros.
Sofía González Salgado